Los niños
La expedición financiada por la Corona española era encabezada por el propio Balmis, acompañado de Salvany y Zendal, pero lo cierto es que nada habría sido posible sin los niños que los acompañaban, que llevaban la vacuna inoculada, es decir, que el virus estaba vivo en su cuerpo. Todos los niños procedían de Casas de la Caridad, de Desamparados, de Hospicios o Inclusas, es decir, que eran huérfanos: son conocidos como niños expósito (del latín, ex pósitus, que significaba literalmente “puesto fuera”), si bien es verdad que en un inicio Balmis planteó la posibilidad de que fuesen voluntarios, ofreciendo grandes prerrogativas a los padres que prestasen a sus hijos a tal efecto; cabe destacar que ninguno de ellos quería que sus descendientes emprendiesen aquella travesía, por lo que finalmente se optó por niños de hospicio.
El 30 de noviembre de 1803 zarpó la corbeta María Pita, el navío que permite este viaje, desde el puerto de La Coruña. A bordo de este, veintidós niños (algunas fuentes dicen que eran 21 y otras que eran 23, aunque 22 parece la fecha óptima puesto que las inoculaciones eran siempre pares, por si una de las mismas fallaba) procedentes en su mayoría del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña, con Isabel Zendal como regente de la inclusa; entre ellos se encontraba el propio hijo de Isabel, Benito Vélez, de 9 años de edad, uno de los once niños venidos del hospicio de La Coruña, otros cinco de Santiago y los seis restantes de la Casa de Desamparados de Madrid. Todos ellos eran varones, desde los dos a los nueve años, y uno de ellos falleció durante el viaje. A estos niños se les conoció como Los 22 ángeles.

Las normas de la expedición eran claras con el buen trato y mantenimiento que debían tener, indicando que habrían de volver a sus lugares de origen, aunque ninguno de ellos regresó a Galicia, pues se entendió que era mejor educarlos en el seno de las familias mexicanas que los acogieron (sí volvieron los niños venezolanos que transportaron la vacuna a Cuba, así como los que lo hicieron hacia Filipinas). Todos ellos fueron dotados de un hatillo con enseres de aseo, ropas nuevas y utensilios para comer. Pero no solo esto, sino que el gobierno se ofreció a mantenerlos y formarlos hasta que pudiesen ejercer un oficio digno, un sueldo durante toda su vida por haber sido niños vacuníferos (aunque este monto no siempre se pagó). Sirvieron como cadena humana para conservar el virus y también para poder trasmitirlo activo a miles de personas en todas estas zonas de ultramar, infectando progresivamente, cada diez días, parejas de niños para mantener el virus (se infectaban de dos en dos para evitar cualquier falso anidamiento que tirase por tierra toda la expedición).
Como los territorios españoles eran tan extensos, siempre se habla de los primeros veintidós niños que partieron del puerto de La Coruña, pero hubo otros veintiséis más (algunos de ellos los mismos que en el viaje anterior, como el hijo de Isabel, Benito) que salieron de Acapulco, México, y que llevaron la vacuna viva hasta las Islas Filipinas, territorio de la Corona hasta 1898. En este viaje los niños pasaron por un sufrimiento increíble, puesto que el capitán del barco, el Magallanes, se había ofrecido a dejarles su camarote y en lugar de esto y pese a las quejas del propio Balmis, los recluyó en un espacio insalubre. En total, se contabiliza que alrededor de un centenar de niños fueron empleados para transportar la vacuna.
Nombres y edades
Benito Vélez (9)
Andrés Naya (8)
Antonio Veredia (7)
Cándido (7)
Clemente (6)
Domingo Naya (6)
Francisco Antonio (9)
Francisco Florencio (5)
Gerónimo María (7)
Jacinto (6)
José (3)
Juan Antonio (5)
Juan Francisco (9)
José Jorge Nicolás de los Dolores (3)
José Manuel María (6)
Manuel María (3)
Martín (3)
Pascual Aniceto (3)
Tomás Metitón (3)
Vicente Ferrer (7)
Vicente María Sale y Bellido (3)
Niño Fallecido